jueves, 10 de diciembre de 2009

Historia

Para qué sirve esa condenada asignatura que a tantos nos provocó dolor de cabeza a lo largo de nuestra vida estudiantil, qué sentido sirve conocer y comprender hechos, sucesos, anécdotas y acontecimientos, décadas, lustros y/o siglos ya pasados y añejos, o en ocasiones días, minutos, semanas o meses anteriores.
¿Para qué?
Los Romanos, otomanos, bizantinos, mayas y chinos, el renacimiento, nuestra revolución, la revolución francesa, rusa, la industrial, la que nunca llegó; la caída del muro, el levantamiento de otros, el momento en que nos fundimos; la gran depresión, le nueva súper depresión, el día que te conocí, el primer hombre en la luna, la muerte de un presidente, la muerte de un candidato a presidente, Martin Luther King, Doroteo Arango, el abrazo de Acatempan, el día que me enamore de ti, la primera gran guerra, la segunda, las no tan grandes, la primera vez que te bese. En fin, personajes, lugares y acontecimientos distantes y no tan distantes, pero con una sola constante, pasados.
Me he tratado de explicar que la historia sirve para tener un panorama más amplio de la vida, de la ciudad en donde habito. Quien no conoce la historia, está condenado a cometer los mismos errores. Miles de definiciones, explicaciones y conceptos que he estado dispuesta a asimilar y comprender.
Pero, y si la historia duele. ¿Qué pasa cuando hay dolor en esos acontecimientos?, ¿Qué ocurre cuando a sabiendas de que no estabas ni remotamente cerca del suceso, el simple hecho de conocerlo, rasga algo de tu ser, te incomoda, o causa desagrado en tu momento?
No tiene sentido entonces conocer una historia que duele.
¿Para qué?
La historia no solo son grandes sucesos que quedan labrados en los anales de la humanidad. No, también las personas comunes y corrientes tenemos historia. Eso me queda claro. Pero qué pasa cuando estas se tejen para formar una sola, simulando una enredadera que se entrelaza desde el tallo hasta sus hojas, pero no desde sus raíces. Qué ocurre con esa historia que hasta ese momento era desconocida, con aquella que a pesar de no saberse, forma parte de la vida de ambos, esa que no se vislumbra, pero existe, aquella que se quería nunca emergiera, nunca hubiera salido a la luz y rogábamos por que se quedara inmersa en las penumbras de lo no conocido. Pero un día, como por arte de magia, la cual no se tuvo para desaparecer el pasado, aparece como salida de la chistera.
Conocer algo que duele, no se puede cambiar, incomoda y no agrada, ¿qué fin tiene?
Al borde de darme por vencida, y casi segura de que ninguna buena utilidad tiene conocer la historia, tu último “te amo” vino a mi mente ayudándome a reflexionar. Sé perfectamente lo que eres para mí, sé muy bien que eres el amor de mi vida y cuanto tiempo quiero estar contigo, pero de no ser por tu historia, incluso la incómoda, no podría saber desde cuando empezó la que día a día gravamos en nuestro corazón, por la cual, luchamos y momento a momento nos fundimos.
Esa parte de ti, que nunca borraremos, refuerza mi entender de lo que queremos, donde estamos y a donde vamos. Entonces, si bien es incómoda, de algo sirve. A por cierto, sé muy bien que cualquier historia que tengas, nunca se comparara en nada con el camino que estamos trazando al caminar.
De la mujer que te ama, para el hombre más importante de mi vida.

martes, 17 de noviembre de 2009

“Para ti”

Despierto y veo tu rostro
Fijo en cada pensamiento
Necesito de tu ser
Cada segundo, cada momento.

El sentir tu mano acariciarme
Es volar sin rumbo fijo
Sentir tus labios impactarme
Es quedarme sin oxígeno.

Me aterra la idea de perderte
De no sentirte, de no tocarte
Pero el miedo solo pierde
Confunde y logra alejarte.

Una cosa clara tengo
Que te hicieron para mí
Te conozco de otra vida
Mi amor, no te dejaré ir.

miércoles, 7 de octubre de 2009

“Ente de luz”

Desperté abruptamente, el sudor empapaba todo mi cuerpo, sentí un frio profundo que me calaba los huesos, trate sin éxito de saber la hora, el día o donde carajos me encontraba. Fue en vano todo esfuerzo de ubicación.

Solo tinieblas me rodeaban, ¿es un sueño?, ¿estoy dormido?, ¿vivo? Preguntas que realice, mas no pude contestar.

En qué momento perdí la vista, en que descuido me atrapé en esta extraña situación.

La excitación seguida por la angustia y el miedo fueron lo que sentí.

Debía guardar la calma, el miedo solo paraliza y no deja pensar bien. Si mi futuro era ser ciego, conseguiría un lazarillo y asunto resuelto. Mi optimismo no fue suficiente, estar en la obscuridad total no es nada sencillo, la desesperación empezó a hacer mella de mis pensamientos.

Busqué calma en mis adentros sin encontrar resultado.

Intuí que seguía con vida ya que siempre he escuchado que las personas buenas van a un lugar con calma, a su vez, las malas, a un lugar de sufrimiento, no a un lugar sin luz. Mi razonamiento de infante ayudó a tener un poco de esperanza.

Sentimiento que no duró mucho, trate de sentir, tocar, olfatear u escuchar algo que me ayudara a ubicarme, pero el resultado fue como si me encontrara en un cajón siendo olvidado por alguien.
Camine un largo trazo y el resultado seguía siendo el mismo. La ausencia total de luz que me indicara un camino.

Decidí sentarme, guardar la calma y esperar, ¿Qué?, aun no lo sabía.

Un pequeño chispazo a lo lejos pude ver. Catapultado corrí a su encuentro, solo para llegar y encontrarme en la misma y obscura realidad.

Tallé mis ojos con fuerza, para poder agudizar la visión. Y a unos metros ocurrió de nuevo, otro pequeño resplandor me encandiló.

Cual luciérnaga en la más obscura de las noches siendo perseguida por un niño, así seguí a la pequeña luz titilante que poco a poco subía su incandescencia.

Corrí y corrí tras de ella, casi hasta perder el aliento, estaba a punto de desistir, al borde de no seguirla un solo paso más, cuándo grité, espera, por favor no te vayas, no encuentro el camino de regreso.

Hizo alto total.

Levitaba suavemente, su color era un brillo cálido himnotizante, seductor y a la vez hermoso.
Cual luz incandescente colocada en el fondo del restaurante, cuya función es la de atraer, atrapar y calcinar a cualquier insecto que hechizado encuentre su fatídico final, así me dirigí caminando a su locación.

Al momento de llegar a ella, no caí asado, por el contrario, una paz invadió mi ser, sentimiento seguido de un confort y alivio digno de quien no se encuentra en las penumbras.

¿Te puedo seguir?, solo quiero salir de aquí. Un pequeño parpadeo bastó para entender que estaba de acuerdo.

Después de un rato de andar, sinceramente no puedo decirles cuanto, pero sí puedo asegurarles que fue la caminata más hermosa, esperanzadora, pacífica y confiada de mi vida. A pesar de no ver más allá de mi nariz, nunca tuve miedo a tropezar, caer, resbalarme o perderme, sabía que la luz era todo lo que necesitaba y confiaba en ella.

A lo lejos pude ver clarear un pequeño resquicio que seguramente me sacaría de ese lugar, justo antes de llegar, mí resplandeciente acompañante se detuvo, dio dos últimos parpadeos en señal de adiós y comenzó a extinguirse.

Gracias. Expresé.

Cada que me acercaba más a la salida, un sentimiento de alegría creciente se veía opacado por la melancolía de quien deja algo hermoso en el camino.

Al momento de cruzar el umbral, volví a abrir los ojos, esta vez reconocí perfectamente el lugar, pude distinguir de inmediato que me encontraba en mi habitación. Sin embargo me recline un poco, solo para percatarme que efectivamente todo estaba en orden.

Amor, tuviste una pesadilla. Su bella y suave mano acarició mi hombro.

No mi vida, asenté, simplemente estaba soñándote desnuda.
Sonrió.
Sigue durmiendo loco, sugerencia que fundió con un beso.


Antes de conocerte
Luz hacía falta en mi camino
Intensidad le diste a mi vida
Necesidad de mi destino.

jueves, 10 de septiembre de 2009

Adiós.

Siempre he temido a la muerte, nunca me gustó la idea de que a todos nos debe de llegar de una u otra manera, sé que es lo único seguro que tenemos, sin embargo, ese temor, hoy se convirtió en una angustia que desgarraba mi garganta, que se atoraba desde lo más profundo de mi pecho al no encontrar salida, dolor que se aferró a cada letra que conformaba el “te amo”. Frase que se asfixió poco a poco al no poderse expresar. Enmudecimiento a causa del sufrimiento.

¿Hoy es mi día?, ¿me tengo que despedir? , ¿Por qué? sí aun no he dicho mi defensa, no he escuchado respuesta, no me he sentido correspondido, o por lo menos, no he muerto en el intento.

Que idiota me sentí, a punto del final y sin decirte que era lo que te podía ofrecer, lo que ganarías conmigo, o por lo menos, lo divertido que sería perder.

La sangre se diluía con la lluvia, un corte profundo a la altura del abdomen provocaba la perdida sin control del vital liquido, siempre creí que el dolor invadía los cuerpos de los que se van, pero no es así, solo un tremendo frio se deslizaba a lo largo de mi cuerpo. La escena creo que era dantesca, pero para mi fortuna, solo podía ver un coche a lo lejos con las llantas mirando al cielo, la lluvia no dejaba distinguir más. La portezuela de mi automóvil antes de desprenderse había hecho la lesión. Cual cuchillo en mantequilla, había seccionado mi costado izquierdo.

Las gotas de agua estrellándose con el parabrisas quebrado era el único sonido que se escuchaba, una inquietante paz dominaba el lugar. Tenía miedo de cerrar los ojos y nunca volver a abrirlos, pero sabía perfectamente que el final estaba por llegar.

Lentamente traté de salir de lo que quedaba del automóvil, pero para mi sorpresa las piernas no respondieron, la sangre brotó con mayor fuerza y entendí que ese era el lugar indicado.

Concebí que el temor no era a la perdida de la vida, sino a la perdida de las oportunidades, como la que había tenido momentos antes de decirte lo que siento.

Rogué por que hubiera larga distancia desde el lugar a donde iba, ja, sólo pude esbozar una tibia sonrisa.

Los párpados me pesaban cada vez más, a lo lejos se escuchaban sirenas, no entendía mucho de lo que pasaba, con mis últimas fuerzas logré ubicar el celular, disqué tú numero, escuché tu dulce voz decir hola y …

lunes, 10 de agosto de 2009

Sentidos.

Te vi, me viste, te toqué, creí que me tocaste, me observaste y te olfateé.
¿A dónde vas?, ¿Qué rumbo llevas?
El que tú me traces, el que tú quieras seguir. Pero no te veo, no te siento.
No sé qué quieres. No tienes por qué saberlo.
Solo quiero entenderte, no es necesario.
Déjame tocarte, no quiero que me veas.
Permíteme olerte, mejor escúchame.
No te entiendo, quién dijo que nos entendiéramos.
Quiero claridad, ja, claridad la del amanecer.
No sé qué pasa. Así es más interesante.
Y si te digo la verdad, y si aclaro mis pretensiones. No te veré.
Y si te digo lo que siento. No te tocare.
Si te digo lo que creo. No iré por tú rumbo.
¿Qué hago?
Veme, tócame, créeme, guíame, llévame y trázame. Pero no me expliques.
Tal vez, si te toco, si me ves, si me entiendes, si sabes lo que pretendo, no me callare. Pero corro el riesgo, lo sé, de que no busquemos lo mismo.
¿No quieres correrlo? ¿No vale la pena?
Solo sí me ves, sí me tocas, sí te observo y sí me permites aspirar tu ser.

miércoles, 1 de julio de 2009

Cajón.

Hoy he visto a uno de mis múltiples fantasmas, volví a tener contacto con él. Después de no mucho tiempo de mantenerlo encerrado bajo llave, en el cajón del olvido, por un descuido involuntario, eso quiero creer, se escapó. O tal vez, solo tal vez, lo libere.

Todo empezó en el anochecer de este día, llegue a casa, subí a mi cuarto, empecé a ponerme cómodo, y vi el cajón. Utensilio hecho de madera rustica; pero bien pintada, de un color rojo profundo, sin mayores ostentos, nada pretensioso y útil para lo que están hechos; para echarles llave y guardar cosas por un largo tiempo.

Al pararme frente a él, me percate de que el cerrojo, tal cual, parecía un pequeño ojo que me observaba, situación que definitivamente me sorprendió. Disimulando mi curiosidad, me acerque un poco más, lentamente, despacio, como cuando se quiere acariciar una mascota dormida sin asustarla.

Al estar lo suficientemente aproximado, claramente escuche un susurro que provenía de su interior, suspiro siniestro, que me helo el cuerpo. Ábrelo, me decía.

Espantado y como catapultado por resortes, di un brinco que me hizo retroceder dos o tres pasos.

Sabía de antemano el contenido del cajón, lo conocía perfectamente. Ahí había guardado a uno de mis fantasmas. Me sentí como un verdadero idiota, ¿cómo era posible que hubiera prestado mi atención en aquel cajón? ¿Por qué había dejado capturar mi interés?

Como buscando respuestas, me acerque de nueva cuenta, esta vez la cólera me subía poco a poco por la medula espinal, le dije en voz alta, ¿qué quieres? No te voy a abrir.

Por unos segundos eternos el silencio reinó en el lugar; solo para ser interrumpido por un pequeño lloriqueo que me rechinaba en el cerebro.

Con voz firme comente, entiende, no abrire.

Otra vez el silencio rigió.

En esta ocasión, la culpa me invadió, me sentí intolerante, abusivo y autoritario. ¿El fantasma quería decirme algo que no sabía?, ¿solo quería saludarme?, ¿su intención era simplemente un encuentro amistoso?; no hay muchas personas que se preocupen por mí, ¿acaso estaba rechazando a un ente que simplemente quería saber como estoy?

Estas preguntas solo agudizaron el remordimiento. Cual pieza de ajedrez que se mueve para realizar el jaque al rey, como la ultima de domino que cae después de que viste derrumbarse todas las fichas apiladas, llegó la hermosísima pregunta, y ¿si ha cambiado?

¡Carajo!, exclame, puse mis manos entre mis cabellos a manera de que se me ventilaran los pensamientos. Debía de estar loco.

Trate de apartarme del lugar, fui a la cocina por un vaso con agua, refresque mi garganta y trate de mandar mis pensamientos a otra parte. Algún lugar donde nunca hubiera llegado el día de hoy, arribado a mi cuarto, visto mi cajón, y presenciado los acontecimientos que me hacían tratar de evadir la realidad.

La paz me invadió por escasos segundos.

Era un cobarde, pensé, cuándo empezaría a espantar a mis fantasmas, cuándo dejaría de escapar a lugares más placidos, cuándo tendría el valor para no permitir que me atormentasen más.

Tome un fuerte suspiro que me diera oxigeno y valor y me dirigí al cajón. Al llegar a él, me asome por la ranura de la chapa; para mi sorpresa, la pude distinguir, ahí estaba, sentada en un rincón, con sus manos abrazándose las piernas, triste, pálida, sin brillo, de apariencia aterradora, con un velo largo y roído que ocultaba la gran parte de su cuerpo.

Un sentimiento de nostalgia y tristeza me embargo, había encerrado a mi fantasma y comenzaba a olvidarla a tal grado que agonizaba, sola, en ese cajón.

Todas las cosas en este mundo tienen una utilidad, cualquiera la posee, es una chispa de vida que mueve el motor cada una, ya sea animada o inanimada. La de los fantasmas por ejemplo, como bien lo sabemos todos, radica en toparse con ellos y darse cuenta de tus múltiples errores, de tus malas conductas, de tus heridas que crees que habían sido cerradas, solo para empezar a supurar de nueva cuenta, te siguen siempre atormentando, pase lo que pase, pese al transcurso del tiempo, son una suerte de herencia de desgracia y esa, definitivamente, es su función.

Sin embargo, al mío, lo había encerrado casi a la extinción, encarcelado hasta disminuirlo a la pequeña figura que veía en ese interior. Había apagado su flama. La utilidad para la cual fueron creados los fantasmas, en este caso, ya no era latente.

Casi lograba hacerle lo recomendado por todos los que me aconsejaron, olvidarla.

De verdad que sentí nostalgia. Esa sentimiento se transformó en compasión, sensación por el cual me cuestioné, ¿Quién soy yo para extinguir a alguien o a algo? ¿Quién no se merece una segunda oportunidad, una tercera, una cuarta o una quinta?

Cogí el cordón que ata a mi cuello el manojo de llaves, de los múltiples cajones, de distintos colores, que poseo en mi vida; sabía perfectamente cual llave corresponde a cual cajón. Con seguridad, tome la indicada, la introduje, di vuelta y lo abrí lentamente.

A manera de que iba abriendo la tapa, la luz se colaba iluminando poco a poco el interior. Cuando estuvo completamente descubierto, su inquilina levantó lentamente la cara, me miró fijamente, sonrió y pronuncio unas palabras, las cuales, no pude entender.

Acto seguido, como pequeña fogata que a punto de extinguirse, a la cual se le arroja un cuerpo bañado en combustible, comenzó la ebullición. Como explosión imprevista, comenzó a crecer y de ser una figura pálida y pequeña, pasó a retomar su color gris maligno, su grandeza aterradora y horripilante espectro.

Empezó a rondar la habitación, desbocada, sin control, como torbellino de vientos pasados, con dolores aun recientes, dispuesta única y exclusivamente a aterrarme, a hacer de mi vida un infierno, a invocar los momentos más complicados y a hacer de mis errores un recuerdo vivido, no importase cuanto me hubiese arrepentido. Danzaba por el lugar, remembrando una y otra vez, un pasado siniestro, donde la única constante, es el dolor y sufrimiento.

No siempre fueron tiempos malos, trate de explicarle, pero no atendió en lo mas mínimo, emitía gritos que aterraban a cualquiera que no hubiera sabido cómo era ese fantasma. Tiraba cosas a su paso, desordenaba el lugar, simplemente, convirtió en segundos la situación en un verdadero caos.

Cada momento tomaba más fuerza, entre los vientos agitados exclame, ¿qué quieres? Te deje salir, déjame en paz. Emitió una carcajada. Pensé que sabias para que estábamos hechos, tu para huir y yo para seguirte, tu para olvidar yo para recordarte. Dijo.
Entendí que era su naturaleza, pero no por ello, permitiría que una vez más me atormentara a su gusto.

Me dirigí ágilmente entre las cosas que volaban por la habitación, teniendo cuidado de no chocar con ninguna de ellas, de no salir lastimado, pero sobre todo, de no impactarme con algún fragmento de vida que me hiciera volver a estancar y colocarme inerte en el mismo circulo vicioso.

Logré llegar al cajón, lo tome fuertemente entre mis brazos, y apuntándolo en dirección de mi amado fantasma, como quien apunta su revolver calibre 38, con el único tiro que le queda en el barril, más que con habilidad, con fe, logre captar toda su atención.

No puedes volverme a meter en ese cajón, rió.

No, asenté, el que entrará en el cajón seré yo, a un olvido que me matará poco a poco, a una soledad que desgarrará mi ser, a tal grado que pasando el tiempo, no quedará nada de mí, llegará el día en que nadie se percate de que existí y pisé la faz de la tierra. Sé muy bien que me necesitas para existir, de mi dependes y de mi te alimentas. Por lo tanto, sin mí, no eres nada.

El fantasma contestó, con incredulidad, no te atreverías.

Era el momento de parecer más que de hacer, cualquier duda, seria percibida y mi final estaría dictado.

Coloque el cajón en el suelo, y empecé a contorsionarme para poder entrar en él.

Ante tal voluntad y decisión, mi chocarrero gritó, no lo hagas, por favor no lo hagas, no quiero desaparecer, sin ti, lo sabes bien, no podre servir nunca para lo que fui creada.

Antes de poder encerrarme, con alivio, debo admitirlo, pare todo movimiento.

Pero sobre todo, entendí que en algún momento de mi vida, o de la que sigue o de la pasada, fui o seré el fantasma de alguien, que mi única función, será o fue, la de todo fantasma. Por tal razón, no tenía derecho de encarcelar a ese ser, ni de encarcelarme a mí, ni de encarcelar a nadie con las cadenas del olvido y el destierro de la indiferencia. Definitivamente no era mi papel.

Salí lo poco que me había introducido, cerré de nueva cuenta el cajón, y señale la ventana, te quiero fuera, le pedí, es mi última oferta.

Pausadamente, el torbellino fue cesando, las cosas se depositaron con una perfección milimétrica en el lugar donde se encontraban originalmente, los fragmentos de nuestras vida, que antes volaban cuales fotografías viejas entre el vendaval, se fueron acomodando en pequeños eslabones que crearon una cadena azul, la cual tomo delicadamente entre sus manos atándola a su cuello y uniendo cada extremo con un pequeño broche.

No vuelvas mas, de lo contrario entrare al cajón, o con suerte tú serás quien entre.

Gracias, contestó, se que al salir de esta habitación, perderé fuerza, pero nunca desapareceré, porque siempre tendrás algún momento en el que te pueda espantar.

Flotando, Salió de la habitación, cerré la ventana y descanse.

Hoy entiendo que no debes olvidar a tus demonios, solo liberarlos, de lo contrario, corres el riesgo de toparte con uno igual o parecido al que tienes encarcelado. Y por tenerlo en el olvido, no te percates de que en vez de encontrar un buen amigo o una bella princesa, en realidad hallaste todo lo contrario. Asimismo, debes de entender, que por más hermético y bien cerrado que parezca tu cajón, siempre existe la oportunidad de fuga.

En ocasiones, cuando es muy entrada la noche y no puedo dormir, veo una pequeña sombra que ronda en la ventana, a lo cual, con disimulo sonrió, haciendo visible un fingido espanto y una supuesta sorpresa. Del otro lado, la figura al verme, de inmediato aparenta estar furiosa y ser aterradora.

En realidad estamos en paz.

miércoles, 17 de junio de 2009

El encuentro

Parecía ser un mito; como de esas fabulas que te contaban de pequeño para que pudieras dormir, de aquellas que te dejaban perplejo y fascinado, por su maravilla y encanto. Aquellos cuentos que sabias que no eran reales, sin embargo, soñabas despierto con ser el protagonista, imaginándote los lugares y personajes que en ellos habitaban. Repitiendo una y otra vez la historia en tu cabeza, a efecto de que nunca se te olvidara, solo para estar preparado e identificarla cuando la tuvieras cara a cara, pero lo sabías, era soñar despierto.

Hace pocos días, empapado en sudor, un poco intoxicado y con la mente hechizada por la magia obscura que había sido invocada para derrotarme, entendí que me encontraba con una de esas leyendas, uno de esos mitos, y que yo, el pobre autor de este texto, había vivido en carne propia una de esas historias míticas.

Del encuentro, recuerdo centellas, imágenes y reflejos poco diáfanos. Pero aun guardo las heridas que al verlas me hacen recordar vívidamente, que no fue solo un sueño.

Todo empezó como una casualidad, un accidente, uno de esos acontecimientos que sabes en que empiezan, pero no cómo y cuando terminan.

La casualidad tuvo lugar de manera nocturna, cuando las intenciones no son tan visibles como cuando hay luz. Cuando solo sabes que algo está ahí, pero en realidad no lo ves, únicamente intuyes, te lo imaginas en formas y dimensiones, mas nunca lo distingues con exactitud.

Cabe aclarar, que el encontronazo no hubiera tenido tal impresión, de no haber sido por uno de sus personajes, en obviedad, el que no era yo. Un ser mítico, encantador, pero a la vez peligroso y con poderes sutiles que podrían hacer rendirse en la locura a cualquier mortal que no estuviera preparado para ellos.

Pareciera exagerado, pero no tengo por qué mentirles, esa no es mi intención y mucho menos el motivo de este pequeño relato.

De un andar errático, en un camino sin rumbo, como cuando se prende un fosforo y el incendio comienza por sorpresa, así nos encontramos.

Ahí estábamos, frente a frente, sorprendidos de vernos. Empezamos por analizarnos, oliéndonos el miedo, midiendo el terreno y delimitando la peligrosidad de cada uno.

Sabíamos que estábamos en un predicamento, y que la única salida, no era la que uno hubiera deseado, lejos de poder escapar, debíamos sobrevivir.

Parados uno enfrente del otro, a distancia prudente, comenzamos a rodearnos en una pequeña danza, donde cada movimiento era pensado, lento, sutil y calculado. Nunca dando posibilidad de hacer creer al contrario que se tiene la iniciativa del combate, pero tampoco que no se está alerta y listo para el contraataque.

Sin denotar temor, intente ser el primero en adivinar cuál sería el costo, de manera peligrosa me acerque con una pequeña arremetida, sin embargo, en vano fueron mis esfuerzos, pues solo logre verme a la defensiva de un fuerte contraataque, que de haber sido certero, hubiera sido el primero y último recibido esa noche.

Comprendí que la cosa no hacía más que complicarse.

Con el valor diezmado, por el inicio fallido, sabía que no podía ceder la iniciativa, que si dejaba ver que el ser era más fuerte, inteligente y seductivo, estaría a su merced , y de una batalla campal se convertiría en un juego, donde yo, sería la diversión.

Me armé de tamaños, cogí fuerzas de mi interior y arremetí por segunda ocasión, esta vez acerté en mi objetivo, una estocada limpia, certera y firme, la cual solo hizo temblar a la criatura, y hacerla gemir rabiosa de un dolor excitante que la quemaba desde sus adentros.

Mirándome fijamente, con cara de quien sabe que la has lastimado, incrédula de la situación, reconociendo que eres un rival digno y que no le sería tan fácil la victoria. Nos trenzamos en una fuerte batalla, donde el calor, el sudor y los gemidos era lo único que podía distinguirse.

En momentos dominaba la situación, solo para perderla segundos después.

Transcurridas varias horas de una lucha encarnizada y encontronazos que mermaban nuestro espíritu y cuerpo. El destino quiso una pequeña calma, una pausa que dejara pie a la recuperación. Una espera que ayudaba a pensar, cuál sería la siguiente jugada.

En ese momento, entendimos que habíamos perdido la voluntad, éramos presa uno del otro, salir con vida no era importante, conocíamos el verdadero placer. No necesitas luchar guerras completas, para llegar a tal clímax, eso me quedaba claro.

Me incorpore lentamente, disfrutando cada dolor, sintiendo cada gota de sudor que recorría mi cuerpo, el corazón se salía del pecho, la respiración me faltaba, la visión era nublada, mi equilibrio no era el mejor, sabía que estaba indefenso, esperaba el último toque, el tiro de gracia que me diera el adiós.

No me importó, la experiencia lo ameritaba, quién no codicia morir de esa hermosa manera.

De reojo vi a mi oponente, no supe en qué condiciones se encontraba, entre sombras pude distinguir que se incorporó, creo que disfrutaba su dolor, que sentía cada gota de sudor que le recorría su cuerpo, como si el corazón se le saliera y la respiración le hiciera falta, deduje que su equilibrio al parecer no era bueno.

Por un momento creí que me miraba en un espejo borroso y carcomido por el tiempo, y que la figura que estaba enfrente de mí, era yo.

Pero no era así, una veloz aproximación de su parte a centímetros de mi me hizo distinguir lo hermosa y seductora que era la figura. Solo pude cerrar los ojos esperando lo peor, el final.

Sentí su tersa mano rosar mi mejilla, se acerco lentamente a mi oído, y susurro. “el amor fortuito, no siempre es tan agradable”.

Una interminable obscuridad invadió mi ser, ¿estoy vivo? No tuve una respuesta de la cual estuviera seguro.

Los primeros rayos de luz hicieron que cobrara conciencia, necesite solo un pequeño movimiento para recordar que mi cuerpo estaba destruido, esgrimí una pequeña sonrisa de tal prueba. La cual acreditaba que no había sido un sueño.

Con el paso del tiempo pude recuperarme, intento llevar una vida normal. Pero debo de confesarlo: como esas fabulas que te contaban de pequeño para que pudieras dormir, de aquellas que te dejaban perplejo y fascinado, por su maravilla y encanto. Día con día sigo repitiendo una y otra vez la historia en mi cabeza, a efecto de que nunca se me olvide, solo para estar preparado e identificarla cuando la tenga cara a cara, pero lo sé, es soñar despierto.

lunes, 15 de junio de 2009

Pararupapa eu eo, Paparupapa eu eo.

Cual grito de guerra, como preparados para una batalla épica, el coro de paparupapa eu eo retumbaba en las gargantas de los 55 mil espectadores, que el sábado 13, se reunieron para ovacionar a quienes les han musicalizado su vida estos 20 años.

El evento amalgamo a un público variado, el único elemento heterogéneo en el aire, era el café.

Aproximadamente a las 8:30 de la noche, los cuatro tacubos, salieron al escenario, agradeciendo la presencia de los invitados, fue ese momento donde empezó el recuento de imágenes y sonidos del pasado.

¿Quién no tiene un buen beso con “eres”?, ¿una buena peda con “ingrata”? o ¿quien no quiso tener una “chica banda” de morra? O bailado con persianas, de los asistentes, puedo apostar que TODOS.

Al tocarse cada acorde, cada nota, cada canción, las remembranzas se hacían presentes, y eso, al ser multiplicado por cada uno de los que bailábamos, coreábamos, cantábamos y recordábamos un pequeño fragmento de nuestra vida, daba como resultado algo, que si se pudiera medir, palpar o cuantificar, sería más impresionante que cualquier cosa que ser vivo haya presenciado en su existir.

El sábado vimos consumados a cuatro personas, que han puesto ritmo e identidad, a por lo menos un foro sol lleno de chilangos. Músicos que nos enseñaron que las raíces, lo urbano, lo citadino y el Distrito Federal con zona conurbada (Cd satélite) jajajaja, son elementos que llevamos tatuados a cualquier parte que vayamos, los cuales, nunca se deben de olvidar.

Durante tres horas y media, Los “Beatles Mexicanos”, cual colegialas, adolecentes, a punto de su primera experiencia, nos hicieron suyos, nos emocionaron y nos manejaron a placer, pero sobre todo, me hicieron pensar, que sí durante ese tiempo solo puedes bailar, cantar y tener buenos recuerdos de 20 años de vida, definitivamente, no me la he pasado tan mal.

No necesitabas ser un fan aguerrido o promedio, e incluso de los buenos villamelones que nunca dejan de asistir, fueras quien fueras, el chiste del sábado radicó en pasarla bien, recordar buenos momentos e incluir y agregar uno más a tu lista, en el cual, 55 mil chilangos siguieron las instrucciones de Rubén, quien nos dijo “el mejor acto revolucionario- pacifista es echar desmadre”

Puedes ser fan de muchas bandas, los cuales también tienen un lugar en tu corazón, y las cuales seguramente le han puesto alguna rola a tu vivir, sin embargo, a cuál de sus integrantes de esas bandas te has topado en el metro Chapultepec, en el micro que se va todo peri, o como es mi caso, en el Cinemex del WTC, lo ves, directa o indirectamente puedes sentirte parte de 20 años de buena música.


Existen muchas definiciones para lo del sábado, pero creo que encasillar el festejo, es un mal cliché que no debo de utilizar, simplemente siento que los que asistimos vimos a cuatro músicos reales, a los cuales solo les podemos dar las gracias porque directa o indirectamente, nuestras vidas son parte de sus canciones o sus canciones son parte de nuestras vidas.




Y me he metido cuarenta Nenbutales ya, y solo tengo este pinche viaje.

jueves, 11 de junio de 2009

Manual del compromiso.

Toma seriamente tu actitud, supedítate a las necesidades del ajeno, conocido o interesado.

Doblega tus voluntades amalgamándolas a las del sujeto en cuestión. De ser posible, arroja tu independencia en la medida de las posibilidades básicas de supervivencia, siempre y cuando la supervivencia no se convierta en obstáculo o inconveniente para la renuncia de la voluntad.

Cuando hayas logrado lo anterior, estarás en un punto en el que aún no has logrado el compromiso. Debido a que el sujeto calificador, solo estará en posibilidad de evaluar la existencia o ausencia del mismo.

Por lo regular, la anuencia y aprobación son logrados en casos de suma peculiaridad y hasta el día de hoy, solo comprobado en animales.

Bienvenido al compromiso.

viernes, 5 de junio de 2009

Inestabilidad.

La inestabilidad ha llegado a mi vida en innumerables ocasiones. Viene, se va, regresa, da vueltas, me mece, huye, se esconde, la encuentro, me encuentra, la busco, desaparece y repentinamente aparece tomándome del brazo, sacudiéndome, tal cual madre sacude al pequeño para despertar e ir al colegio. En momentos me invita a avanzar, o a retroceder, no lo sé. Solo entiendo que ahí está.


Existen días en los cuales pareciera que lo único constante es lo inestable, y días que se cree ganada la batalla y se le ha derrotado, aniquilamos a la inestabilidad, solo para sorpresa del día siguiente, la noticia trágica, me voy, no me olvides, adiós, nunca más, se cancela, no lo teníamos previsto, no fue mi culpa, fue culpa mía, tenemos la culpa, murió sin dolor, está en muy malas condiciones, del día que tu vida da un vuelco, y de tu placida monotonía, te percatas que esto se mueve, rota, gira, se entrelaza, juega, y brinda luz u obscuridad, sea el caso, a lo que creías fijo, inamovible o perpetuo.


El amor, dinero, salud, familia, y en todo lo que uno puede imaginarse, se contiene. Se los aseguro, es cuestión de saber en qué momento agitarse, en qué lugar depositarse, en qué circunstancia utilizarse. De un momento a otro, llega, se nos presenta, nos invade. Simplemente no necesita invitación.


Pero no se preocupen, a lo largo de mi vida he aprendido que sin estas “inestabilidades” las cosas no mutarían, no cambiarían, no evolucionarían y dejarían una vida, sí más cómoda, pero somnolienta. Así que, el único remedio es hacerse a la idea de que estamos de paso, somos prestados, y la única constante en la vida es el cambio.


Tú, el que creías que lo tiene todo resuelto, yo no estaría tan seguro, y tú el que creía que todo estaba perdido, es lo más probable.

Porque un servidor también puede

Desde música, cine, arte, sexo, trabajo, trivialidades, emociones, medicina, psicología, anatomía, sexo, literatura, alcohol, política, sexo, amores y desamores, videojuegos, viajes, mujeres, playas y sexo, todo mundo puede escribir. Hoy me pregunte, ¿por qué yo no?