jueves, 10 de diciembre de 2009

Historia

Para qué sirve esa condenada asignatura que a tantos nos provocó dolor de cabeza a lo largo de nuestra vida estudiantil, qué sentido sirve conocer y comprender hechos, sucesos, anécdotas y acontecimientos, décadas, lustros y/o siglos ya pasados y añejos, o en ocasiones días, minutos, semanas o meses anteriores.
¿Para qué?
Los Romanos, otomanos, bizantinos, mayas y chinos, el renacimiento, nuestra revolución, la revolución francesa, rusa, la industrial, la que nunca llegó; la caída del muro, el levantamiento de otros, el momento en que nos fundimos; la gran depresión, le nueva súper depresión, el día que te conocí, el primer hombre en la luna, la muerte de un presidente, la muerte de un candidato a presidente, Martin Luther King, Doroteo Arango, el abrazo de Acatempan, el día que me enamore de ti, la primera gran guerra, la segunda, las no tan grandes, la primera vez que te bese. En fin, personajes, lugares y acontecimientos distantes y no tan distantes, pero con una sola constante, pasados.
Me he tratado de explicar que la historia sirve para tener un panorama más amplio de la vida, de la ciudad en donde habito. Quien no conoce la historia, está condenado a cometer los mismos errores. Miles de definiciones, explicaciones y conceptos que he estado dispuesta a asimilar y comprender.
Pero, y si la historia duele. ¿Qué pasa cuando hay dolor en esos acontecimientos?, ¿Qué ocurre cuando a sabiendas de que no estabas ni remotamente cerca del suceso, el simple hecho de conocerlo, rasga algo de tu ser, te incomoda, o causa desagrado en tu momento?
No tiene sentido entonces conocer una historia que duele.
¿Para qué?
La historia no solo son grandes sucesos que quedan labrados en los anales de la humanidad. No, también las personas comunes y corrientes tenemos historia. Eso me queda claro. Pero qué pasa cuando estas se tejen para formar una sola, simulando una enredadera que se entrelaza desde el tallo hasta sus hojas, pero no desde sus raíces. Qué ocurre con esa historia que hasta ese momento era desconocida, con aquella que a pesar de no saberse, forma parte de la vida de ambos, esa que no se vislumbra, pero existe, aquella que se quería nunca emergiera, nunca hubiera salido a la luz y rogábamos por que se quedara inmersa en las penumbras de lo no conocido. Pero un día, como por arte de magia, la cual no se tuvo para desaparecer el pasado, aparece como salida de la chistera.
Conocer algo que duele, no se puede cambiar, incomoda y no agrada, ¿qué fin tiene?
Al borde de darme por vencida, y casi segura de que ninguna buena utilidad tiene conocer la historia, tu último “te amo” vino a mi mente ayudándome a reflexionar. Sé perfectamente lo que eres para mí, sé muy bien que eres el amor de mi vida y cuanto tiempo quiero estar contigo, pero de no ser por tu historia, incluso la incómoda, no podría saber desde cuando empezó la que día a día gravamos en nuestro corazón, por la cual, luchamos y momento a momento nos fundimos.
Esa parte de ti, que nunca borraremos, refuerza mi entender de lo que queremos, donde estamos y a donde vamos. Entonces, si bien es incómoda, de algo sirve. A por cierto, sé muy bien que cualquier historia que tengas, nunca se comparara en nada con el camino que estamos trazando al caminar.
De la mujer que te ama, para el hombre más importante de mi vida.

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