viernes, 5 de junio de 2009

Inestabilidad.

La inestabilidad ha llegado a mi vida en innumerables ocasiones. Viene, se va, regresa, da vueltas, me mece, huye, se esconde, la encuentro, me encuentra, la busco, desaparece y repentinamente aparece tomándome del brazo, sacudiéndome, tal cual madre sacude al pequeño para despertar e ir al colegio. En momentos me invita a avanzar, o a retroceder, no lo sé. Solo entiendo que ahí está.


Existen días en los cuales pareciera que lo único constante es lo inestable, y días que se cree ganada la batalla y se le ha derrotado, aniquilamos a la inestabilidad, solo para sorpresa del día siguiente, la noticia trágica, me voy, no me olvides, adiós, nunca más, se cancela, no lo teníamos previsto, no fue mi culpa, fue culpa mía, tenemos la culpa, murió sin dolor, está en muy malas condiciones, del día que tu vida da un vuelco, y de tu placida monotonía, te percatas que esto se mueve, rota, gira, se entrelaza, juega, y brinda luz u obscuridad, sea el caso, a lo que creías fijo, inamovible o perpetuo.


El amor, dinero, salud, familia, y en todo lo que uno puede imaginarse, se contiene. Se los aseguro, es cuestión de saber en qué momento agitarse, en qué lugar depositarse, en qué circunstancia utilizarse. De un momento a otro, llega, se nos presenta, nos invade. Simplemente no necesita invitación.


Pero no se preocupen, a lo largo de mi vida he aprendido que sin estas “inestabilidades” las cosas no mutarían, no cambiarían, no evolucionarían y dejarían una vida, sí más cómoda, pero somnolienta. Así que, el único remedio es hacerse a la idea de que estamos de paso, somos prestados, y la única constante en la vida es el cambio.


Tú, el que creías que lo tiene todo resuelto, yo no estaría tan seguro, y tú el que creía que todo estaba perdido, es lo más probable.

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