Siempre he temido a la muerte, nunca me gustó la idea de que a todos nos debe de llegar de una u otra manera, sé que es lo único seguro que tenemos, sin embargo, ese temor, hoy se convirtió en una angustia que desgarraba mi garganta, que se atoraba desde lo más profundo de mi pecho al no encontrar salida, dolor que se aferró a cada letra que conformaba el “te amo”. Frase que se asfixió poco a poco al no poderse expresar. Enmudecimiento a causa del sufrimiento.
¿Hoy es mi día?, ¿me tengo que despedir? , ¿Por qué? sí aun no he dicho mi defensa, no he escuchado respuesta, no me he sentido correspondido, o por lo menos, no he muerto en el intento.
Que idiota me sentí, a punto del final y sin decirte que era lo que te podía ofrecer, lo que ganarías conmigo, o por lo menos, lo divertido que sería perder.
La sangre se diluía con la lluvia, un corte profundo a la altura del abdomen provocaba la perdida sin control del vital liquido, siempre creí que el dolor invadía los cuerpos de los que se van, pero no es así, solo un tremendo frio se deslizaba a lo largo de mi cuerpo. La escena creo que era dantesca, pero para mi fortuna, solo podía ver un coche a lo lejos con las llantas mirando al cielo, la lluvia no dejaba distinguir más. La portezuela de mi automóvil antes de desprenderse había hecho la lesión. Cual cuchillo en mantequilla, había seccionado mi costado izquierdo.
Las gotas de agua estrellándose con el parabrisas quebrado era el único sonido que se escuchaba, una inquietante paz dominaba el lugar. Tenía miedo de cerrar los ojos y nunca volver a abrirlos, pero sabía perfectamente que el final estaba por llegar.
Lentamente traté de salir de lo que quedaba del automóvil, pero para mi sorpresa las piernas no respondieron, la sangre brotó con mayor fuerza y entendí que ese era el lugar indicado.
Concebí que el temor no era a la perdida de la vida, sino a la perdida de las oportunidades, como la que había tenido momentos antes de decirte lo que siento.
Rogué por que hubiera larga distancia desde el lugar a donde iba, ja, sólo pude esbozar una tibia sonrisa.
Los párpados me pesaban cada vez más, a lo lejos se escuchaban sirenas, no entendía mucho de lo que pasaba, con mis últimas fuerzas logré ubicar el celular, disqué tú numero, escuché tu dulce voz decir hola y …
No hay comentarios:
Publicar un comentario